LA  CAZA  DE  LA  BALLENA  TRAS  LA  PRIMERA  GUERRA  MUNDIAL    
Un gran rorcual azul es arrastrado por la rampa de una factoría en tierra: Con la aparición de los buques factoría y la escasez de presas, estas escenas va siendo cada vez más rara.
 

  Hacia 1920 un ballenero de vapor era un barco de unos 35 m de eslora y 7 m de manga; era puntiagudo en popa y en proa, y llevaba un timón compensado que le permitía virar rápidamente. Podía alcanzar velocidades de 14-15 nudos.
   Tenía amortiguadores constituidos por una serie de muelles en espiral, dispuesto a lo largo de la contraquilla, de proa hasta mitad de la nave; el palo mayor llevaba un aparejo con el que se suspendía el cuerpo del rorcual muerto, y cuyos guarnes se adujaba bajo cubierta. Los cabos tenían un diámetro de seis pulgadas y media a siete pulgadas y media y tenían 120 brazas de longitud (unos 220 metros); el que unía el cable con el arpón, que se llevaba adujado junto al cañon, estaba hecho del mejor cáñamo y era de 4 pulgadas y medis.
   El arpón medía seis pies y pesaba 120 libras (casi 60 kg); tenía un asta acanalada, del mejor acero sueco, capaz de doblarse en frio sin romperse durante el combate con el rorcual arponeado. Se disparaba con un cañón  de 3 pulgadas de calibre y 45 pulgadas de longitud. La carga, constituida por unas 45 onzas de pólvora, proporcionaba un alcance de unas 25 yardas (unos 23 metros). Al efectuar el disparo encendía una mecha, la cual, tres segundos después (es decir, cuando el arpón estaba profundamente clavado en el cuerpo del cetáceo), hacía explotar la carga del arpón,rellena de pólvora. Los cañones con culata y las pólvoras sin humo fueron introducidos en 1925. También en 1925 un noruego ideó la denominada "pasarela volante" que permitía acceder directamente desde el puente al castillo de proa y por tanto llegar rápidamente a la pieza, sin necesidad de subir y bajar escalas ni atravesar la cubierta.
   Una vez salido del puerto donde tenía la base, el ballenero se dirigía hacia las zonas de alimentación de las ballenas, a menudo situadas a más de cien millas de distancia, y una vez allí colocaba un vigia en la cofa del palo mayor. Avistado un rorcual, el barco se le aproximaba mientras el arponero vigilaba sus movimientos, intentando adivinar dónde reaparecería en la superficie, a fin de tenerlo a tiro apenas emergido. Si lo conseguía, le clavaba el arpón en el flanco, delante de la aleta dorsal, donde las lesiones producidas por el explosivo causaban la muerte del rorcual en el transcurso de pocos minutos.
   Mientras el buque se aproximaba a la presa, debía proceder sin el más mínimo ruido, pues de otra forma los rorcuales huían inmediatamente. El animal muerto era marcado clavándole en el cuerpo un asta con una bandera, tras haberlo hinchado con aire a fin de que flotase; luego era dejado a la deriva mientras el ballenero reemprendía la caza. Seguidamente , todas las presas capturadas eran remolcadas, sujetándolas con cadenas por la cola, hasta la base en tierra.
   La elaboración de las presas se hacía lo más rápidamente posible, con el fin de evitar que una eventual descomposición demasiado rápida deteriorase la calidad del aceite extraido. Los descuartizadores practicaban profundos cortes en el estrato de grasa mediante cuchillos de mango largo y luego con cable metálico accionado por un chigre de vapor se arrancaban las tiras de grasa, del mismo modo que se pelen los plátanos. Con otro cable metálico se hacía rodar al animal, de modo que los obreros pudieran trabajar por el otro lado.
   Las tiras de grasa se troceaban mecánicamente y se introducían en una máquina trituradora, donde se convertían en trozos muy fino que luego pasaban a la caldera. El resto del cuerpo, desprovisto de grasa, era desplazado a un lado del espacio en declive, y mientras se colocaba otro animal para iniciar la elaboración, la carne del primero era cortada y transportada a una caldera a presión; el esqueleto se llevaba luego a  la " plataforma de los huesos", donde una sierra mecánica lo cortaba en pedazos, que eran asimismo introducidos en la caldera a presión. Cuando la cocción quedaba completada, el aceite era bombeado a los refrigeradores y almacenado en las cisternas; el residuo de la caldera a presión era secado en los hornos y pulverizado. Existían también bases flotantes, los denominados "buques factoría", equipados con calderas y espacios para el descuartizamiento de los cetáceos. Estos barcos  se fondeaban en algún lugar seguro donde pudiera disponerse de la gran cantidad de agua dulce necesaria para la elaboración. Las ballenas eran descuartizadas, mientras flotaban a lo largo del costado del buque, por hombres situados en barcas de fondo plano; la grasa y el resto del cuerpo eran  izados a bordo mediente chigres, y la elaboración se realizaba de forma semejante a la de las bases en tierra; únicamente los residuos de la caldera a presión eran arrojados por la borda, por no poder llevar el buque los hornos necesarios para la desecación.
   La necesidad de aguas tranquilas para poder descuartizar las ballenas y la de disponer de grandes cantidades de agua dulce obligaban a estos buques factoría a operar dentro de los límites de las aguas territoriales, y por tanto a estar sometidos a los reglamentos de las diversas naciones y pagar los correspondientes impuestos, exactamente como hacían las bases de tierra. A pesar de ello, si los cazadores llegaban al principio de la estación, solían cazar las ballenas a lo largo del borde de la banquisa antes de poderse aproximar a la costa y fondear. Desde 1927 esta práctica estaba muy difundida y los buques factoría prolongaban su período  de caza en el Antártico, llegando a hacerlo entre los hielos de las Órcadas y de las Shetland Australes. Ya en 1923 uno de los buques penetró con sus balleneros entre los hielos de la banquisa del mar de Rosa, hasta las aguas libres internas.
   En 1925 al buque factoría Lancing se le adoptó una porta móvil en la popa, a través de la cual los cetáceos podían ser izados sobre cubierta; de este modo se logró elaborar los rorcuales capturados incluso en mar abierto. Apenas este método demostró su funcionalidad, muchas compañias lo adoptaron, al principio transformando barcos mercantes o de línea, luego construyéndolos a propósito. Las ventajas de la caza en mar abierto no consistían sólo en la movilidad de que gozaban los barcos factoría, que podían llegar hasta los lugares de captura, sino también en la posibilidad de evitar las diversas tasas o impuestos, asi como las reglamentaciones relativas al tamaño y al número de las capturas permitidas y sobre el método de elaboración.
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